Hace varios años, mi diálogo interno experimentó una transformación significativa. Se convirtió en una conversación, un intercambio que incluía discusión, observación, preguntas e incluso comentarios profundos que incluían un conocimiento que pronto reconocí, yo no poseía conscientemente. La mejor manera de describirlo es que sentí que ya no estaba sola, porque quienquiera que respondiera en mis conversaciones, ciertamente no era yo.

No me malinterpreten, esta evolución no fue fácil. Para decirlo sin rodeos, pensé que me estaba volviendo loca y que podría haber desarrollado múltiples personalidades, pero el diagnóstico no coincidió (¡sí, fui al médico!). La verdad, me sentía bastante bien; su presencia era reconfortante y surgía en momentos precisos. Más adelante en mi vida, encontraría un patrón en su ritmo, pero al principio, fue algo sorprendente y angustiante a la vez.

Nuestras conversaciones trataban principalmente temas profundos, pero su compañía también se daba en situaciones mundanas, lo que me permitía tener conversaciones cotidianas que a menudo tomaban un tono sagrado. 

Sin querer reconocerlo, siempre supe con quién hablaba, pero ¿quién era yo para decir que el Universo, la Fuente, la energía infinita, la Luz, Dios, ángeles, o como quieran llamarlo, me hablaba? No era especial en ningún sentido, y créanme, yo no puedo ser más común. Sin embargo, las preguntas seguían surgiendo: ¿De qué se trataba todo esto? ¿Por qué esas conversaciones profundas? ¿Cuál era el propósito de las revelaciones a las que estaba teniendo acceso? No era que no estuviera agradecida por estos conocimientos y cómo me estaban ayudando en la vida, pero sentía que había algo más. 

Indecisa, un día me atreví a preguntar.

La respuesta llegó de inmediato.

«Necesitabas aprender algo. Las preguntas siempre estaban ahí. Tú preguntaste, nosotros respondimos.»

«¿Qué necesitaba aprender?»

«Cómo abrazar tu interior y tu exterior y conectarlos para formar un todo. El conocimiento de liberar el cuerpo físico y vivir en TI.»

«¿Disculpa?» Respondí, abrumada por la respuesta. «¿Podemos explicarlo un poco más claramente?»

En mi mente, escuché la respuesta: «Conectaste con inteligencia y escuchaste».

Como mencioné. La persona que responde es completamente diferente a mí; el tono, la estructura de las oraciones y la información compartida provienen de otra parte, no de mi cerebro.

«¿Inteligencia?»

«No. IntEligens.”

«¿Qué es IntEligens?»

«IntEligens viene de Int: interior, y Eligens: escoger, elegir. Términos IntEligens. TI»

«¿Conecté con los términos de elección interior?»

«Con la multiplicidad de opciones para seleccionar y abrazar. Elegiste escucharte (TI).»

«Okay…» Reinó el silencio por un rato. “ ¿Me estás diciendo que quería aprender la conexión entre mi ser interior y mi ser físico, para que actuaran como un todo? Es decir, aprender el conocimiento de vivir la experiencia humana, sabiendo que podía elegir en mi interior qué abrazar como experiencia con mi cuerpo físico.”

«Siempre quisiste conectar ambos lados de ti, que hablaran, que se comunicaran.»

«Crear un puente…», estupefacta es una palabra pequeña para describir cómo me sentía, pero continué. «Esto no es solo para mí, ¿verdad?».